Reflexiones sueltas de un día normal sobre el patrimonio cultural, arquitectura y nuestra responsabilidad hacia el futuro en tiempos de incertidumbre
Regularmente, analizo la vida y sus tiempos a través de la arquitectura, quizá porque por medio de ella puedo recurrir a hacer analogías, citar autores tanto del presente como del pasado y explicarme con ejemplos físicos, tangibles y -la mayoría de veces- palpables y trascendentales; sin embargo, últimamente, pensar en el futuro en lugar de causarme emoción me causa incertidumbre y pareciera tener la sensación de que las cosas van tan rápido que uno se abruma por no ser un superprocesador de información de gran velocidad.
Por lo tanto, hoy decidí escribir sobre un tema que, aparte de la bioclimática, me ha mantenido con una visión objetiva sobre qué hacer, cuando uno no tiene mucha idea de lo que debería estar haciendo, les platico que mi refugio ha sido el patrimonio cultural y -por supuesto- la arquitectura como una de sus vertientes.
La bioclimática es especial (se puede decir que vivo de ella), es una conexión directa a la reflexión y comprensión de muchos factores y variables bióticas y abióticas para la toma de decisiones de diseño, que al tener el privilegio de ejecutarlas sobre un objeto arquitectónico construido -indudablemente- te lleva a la investigación, a cuestionarte, y lo más increíble es que, por medio de habitar esos espacios te da la oportunidad de impactar e involucrarte en la calidad de vida de las personas, en su bienestar, confort y en su salud física y mental. No obstante, aunque la bioclimática es cautivadora, el pensar y tratar de comprender el patrimonio cultural es invaluable, complejo y profundo, ya que es tan atemporal como la misma comprensión humana individual. Para no redundar, dejaré que Carlos Chanfón Olmos (arquitecto mexicano, investigador y restaurador de sitios y monumentos históricos) lo explique mejor:
“El aprecio y la protección al patrimonio cultural encierra muchas cualidades; es índice delatorio del espíritu nacionalista y la conciencia de identidad, en efecto, la herencia recibida de nuestros antepasados nos muestra sus talentos, logros, anhelos, dudas, fracasos, penas, alegrías, sentimientos y por medio de ella adquirimos conciencia de nuestra continuidad en el tiempo, nuestro arraigo al terruño y nuestra responsabilidad hacia el futuro”.
Ven, les dije que era complejo y profundo, de hecho no sé si les pasó, pero de pronto uno tiene que leer varias veces el párrafo anterior para empezar a comprender lo que quiere decir y mientras más veces lo lees, más cosas entiendes; el legado de cultura es omnipresente en nuestras vidas y -de hecho- nos regimos por él, pero al mismo tiempo si no pones atención podría ser imperceptible, ya que disfrutarlo depende de tu capacidad de discernimiento, debido a que se encuentra en el lenguaje, en las fiestas, en la música, en la comida, en la vestimenta, en los sistemas constructivos, en el clima, en cada país, en cada ciudad o pueblo, en cada familia, y aunque puede ser tangible e intangible básicamente vive en todo lo que hacemos, conocemos y somos.
Ahora, cuando de pronto se escuchan sirenas futuristas que indican el progreso vivible de una revolución tecnológica, la mente no sabe cómo reaccionar, por un lado predominan la emoción y el miedo que a pocos nos gusta permitir en nuestras vidas, lo dejamos pasar con distracciones momentáneas, pero a veces empuja muy fuerte la puerta y la incertidumbre permite que pase por un hueco traicionero. Por un lado, nuestra mente quiere confiar; confiar en que aún hay ética en la conducta humana, en que hay gente buena que investiga y usa la información con los principios morales que buscan el bien común de manera legal y para el servicio público, que creen en el poder de la palabra y que piensan que cumplirla es mucho más importante que antes. Entonces, ¿cómo deberíamos reaccionar? En mi opinión nos queda buscar momentos de silencio, observar las plantas, leer más por placer, escuchar música, ejercitarnos, aprender de cultura y del arte, pero -sobre todo- crear conciencia de que el mundo necesita personas con humanidad, personas fuertes y sanas para sumarse a una inminente evolución con las raíces necesarias y suficientes, y no paralizados por la falta de entendimiento gradual de la situación.
Proyecto de Restauración a la Casa Anexa al Museo del Estado de Michoacán en el Centro Histórico de Morelia. Don Pancho, el guardia del acceso, y yo en un día normal de pandemia (septiembre 2021) / Rogelio Guizar Moreno
La restauración arquitectónica como vehículo a la cordura
Hablar de mi ancla no es fácil, estoy abriendo una ventana al interior de mis pensamientos que normalmente nadie conoce, pero en esta ocasión siento que vale la pena, te voy a platicar que seleccioné esa palabra (ancla) por su significado metafórico, ya que tanto en los barcos como en la construcción son elementos que unen, sujetan y refuerzan para asegurar la funcionalidad de un elemento, pero que al mismo tiempo le conceden seguir su camino sin que le permita estancarse. Ahora bien, anclada al razonamiento por medio de la restauración, intervención y acondicionamiento del patrimonio arquitectónico heredado, he descubierto que los edificios históricos son ejemplares de resiliencia, que permanecen recordándonos quiénes somos y de dónde venimos sin negarse a su destino futuro o final, sino más bien se adaptan y se dejan ayudar para adaptarse paulatinamente sin perder su esencia, su historia ni su propósito fortaleciéndose a través del tiempo. Los valores patrimoniales que transmiten ciertos inmuebles o conjuntos de ellos dotan a las ciudades de una riqueza cultural digna de ser reconocida y conservada con el paso de los años.
En este texto se tiene que mencionar que la restauración como disciplina posee bases académicas -por supuesto- y que aunque surge en una sucesión de búsqueda de respuestas para llegar a una propuesta concreta, siempre es un procedimiento que se desarrolla y muta para adaptarse a las nuevas preguntas, se define, por lo tanto, como un proceso evolutivo en el que diversas personalidades en el transcurso de los años se han colocado a la vanguardia del tema, como son el ya mencionado Carlos Chanfón, Salvador Díaz Berrio, Pablo Chico, Camilo Boito, Eugenia Salomao, Luis Torres, por mencionar algunos, y ellos con su experiencia nos han allanado el camino y han dejado el legado de una metodología que se constituye de una serie de pasos ordenados a seguir que a su vez como el futuro mismo se van transformando dependiendo del criterio con que los comprendas.
Personal y profesionalmente, concibo la restauración de inmuebles históricos como un proceso análogo simultáneo de restauración, adecuación y acondicionamiento de mi interior, en donde por medio de prospecciones iniciales, investigaciones históricas, registros, levantamientos, análisis, reconstrucciones, diagnósticos, dictámenes, reciclaje y la reinterpretación, se puede concluir que es nuestra responsabilidad mantener las raíces de nuestros actos en tierra fértil en donde se pueda propiciar la conservación del patrimonio cultural por medio de una directriz que nos permita las condiciones de generación de otras líneas siempre basadas en la humanidad y para el beneficio comunitario.
Esther Tinoco / Bioclimaticarquitectos - Maestra en Arquitectura Bioclimática
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