New York, un abanico arquitectónico
Aterrizando en mis sueños
Resuena en mis oídos la hipnotizante y pegajosa voz de Alicia Keys “New York, la selva de hormigón donde se fabrican los sueños… no hay nada que no pueda hacer… estas calles te harán sentir como nuevo… las luces altas te inspirarán”; se enciende el aviso de abrocharse los cinturones, el capitán anuncia que vamos a aterrizar.
Estoy en New York, este espacio geográfico en donde sus habitantes y su arquitectura forman una obra de arte; un lugar único en el mundo en que confluyen diversas personas con sueños y expectativas, y también un punto de encuentro para los negocios, la gastronomía, la historia, la cultura, el arte, la moda, la música, el teatro; brinda una sensación inicial que te atrapa y te sorprende, para después admirar y adoptar ese orden maravilloso que nos permite sentirnos seguros y libres.
Habitantes y arquitectura formando una obra de arte.
Metamorfosis de La Gran Manzana
Desde sus orígenes como colonia holandesa, controlada luego por los ingleses en el siglo XVIII, y pasando por los efectos de la Gran Depresión 1929-1934, en la ciudad norteamericana resaltan los cambios orquestados por el alcalde Fiorello de La Guardia, quien eliminó barrios marginales e implementó nuevos proyectos inspirados en desarrollos europeos; posteriormente y presintiendo su grandeza, a finales de siglo en 1890 se construye el primer rascacielos, el New York World Building, con 87 metros de altura. Después de la Segunda Guerra Mundial, la metrópoli pasa de ser una ciudad industrial para convertirse en la capital política, cultural y financiera del mundo.
Otro personaje que resalta en la historia arquitectónica neoyorquina es Robert Moses, el Maestro Constructor, quien en 1949 se encargó de algunos proyectos, incluyendo la supervisión, renovación y ejecución urbana en la ciudad norteamericana donde creó espacios públicos con sensación de orden, sistema de autopistas, espacios verdes y plazas abiertas, modernas torres residenciales: ambiciosos proyectos con tendencia a la verticalidad.
La demolición del Penn Station de estilo Beaux-Arts (transformado en vía subterránea en 1963 para construir el Madison Square Garden) muestra cómo viejas estructuras históricas desparecen para dar paso a lo contemporáneo; así durante el siglo XX se construyeron muchos de los icónicos rascacielos que junto a su imán migratorio la convierten en la ciudad más grande y poblada de Estados Unidos. Debido a su metamorfosis urbana y diversidad cultural, la cuidad nos presenta variados estilos arquitectónicos como el neocolonial, neogótico, beaux-arts, contemporáneo, art decó, moderno, entre otros.
La vista desde el mirador Summit es espectacular
Vista de pájaro
Es tan diversa y hermosa la Gran Manzana que se necesitaría la vida completa para explorarla, me siento una hormiga en esta inmensidad, por lo que contaré pinceladas de mi experiencia. Viajo desde New Jersey en un helicóptero sujetado con un arnés, la puerta abierta, mis pies cuelgan desafiando el vacío; la hilera de rascacielos, monumentos y accidentes geográficos que desfilan ante mi vista me hacen reflexionar sobre los genios constructores que jugaron con el diseño, el mortero, la argamasa, como un lego en las manos de un niño, tanta maravilla que nos quita el aliento, hay muestras de los más reconocidos arquitectos: Frank Gehry, Oscar Niemeyer, Auguste Bartholdi, Minoru Yamasaki, Rafael Guastavino, Emery Roth, Bruce Kelly, Bernard Tschumi, Philip Johnson, Robert Moses, Santiago Calatrava, Renzo Piano, Bjarke, Richard Rogers Pritzker, Frank Lloyd Wright, John Augustus Roebling y otros.
Manhattan y su verticalidad maravillosa
La tabla del faquir
Estoy en el aire sobrevolando la Isla de la Libertad, en la que está la icónica estatua de color verde azulado (obra del escultor francés Fréderic Auguste Bertholdi), levanta su brazo con la antorcha alcanzando los 93 metros incluido el enorme pedestal diseñado por el arquitecto Richard Morris Hunt. El helicóptero se desplaza sobre la zona cero; triste recuerdo guardado en la retina del corazón, ahora con arquitecturas contemporáneas en donde brilla con luz propia The Freedom Tower o Torre de la Libertad (el edificio más alto de América) construido sobre el espacio del atentado. Admiro la estación The Oculos, una paloma levantando el vuelo, Calatrava dijo que era “un monumento a la vida”, en conjunto, un entorno arquitectónico que canta a la libertad en el lugar en donde fueron destruidos y demolidos los siete edificios que conformaban parte del antiguo distrito financiero.
Sobrevolamos Brooklyn, con su abanico de culturas y su aire desinteresado, contemplo su puente, el más icónico sobre East River, emblema de la arquitectura neoyorquina, (diseñado por John August Roebling) de estilo neogótico con sus arcos apuntados en las dos torres laterales. Los turistas viven la experiencia de recorrerlo hasta desembocar en Manhattan, esa isla que desde el aire parece la tabla de un faquir con su enjambre de rascacielos en donde identifico -entre tantos- el Empire State building, el Rockefeller Center, Times Square y la franja otoñal que es Central Park y sus atracciones; observo ya sobre el parque, Straw Berry Field Memorial, diseñado por el arquitecto paisajista Bruce Kelly y que es una sección ajardinada de una hectárea dedicada a la memoria del antiguo miembro de The Beatles, John Lennon; su punto focal: el mosaico grecorromano con la palabra “IMAGINE”, asumo la posición de loto; puedo imaginar que como él que “por encima de nosotros solo el cielo, que toda la gente vive en paz, que el mundo es solo uno, no existen las fronteras ni ambiciones, imaginar que lo esencial es la hermandad entre todos los seres humanos”. Veo a lo lejos un cuerpo de agua, es en el embalse Jacqueline Kennedy Onassis, que cubre 43 hectáreas sobre toda la anchura del parque de este a oeste y desde la calle 86 a la 96. Calles y jardines que lo rodean intervenidos arquitectónicamente; cielo azul, hojas verdes, amarillas y ocre que llueven lentamente sobre el espejo que a lo lejos recorta en el paisaje las torres de El Dorado, edificio de lujo de estilo art decó diseñado por el arquitecto Emery Roth. Imagino a la gente caminando en la 89 y 5ta avenida, el Guggenheim parece un trompo girando junto al nutrido tráfico, este caracol dedicado al arte de vanguardia (una obra de arte por el arte) diseñado por el arquitecto Frank Lloyd Wright, visita obligada que nos deleita por su imponencia y originalidad.
La estatua de la Libertad mirando hacia Europa.
Vessel monumento emblemático.
Central Park, agua, otoño y las torres de El Dorado.
Cae la noche sobre los rascacielos
El MOMA y la noche estrellada
Cae la noche y las estrellas nos bañan con su resplandor, una luna temblorosa se arremolina sobre la ciudad, un solitario ciprés eleva su copa sedienta de luz; se ilumina el MOMA o Museum Of Modern Art (resguardo de La noche estrellada de Vincent Van Gogh), santuario de arte impresionista y surrealista del mundo que alberga en sus salas una de las mejores colecciones de obras maestras. Esta obra arquitectónica rediseñada -después de múltiples intervenciones- por el arquitecto japonés Yoshio Taniguchi, quien añadió fachadas de granito y cristal a la puerta manteniendo sus raíces modernistas, añadió cristales y separó cortinas del suelo para que los visitantes disfruten de las calles y horizontes de New York mientras lo visitan. En la danzante oscuridad y desde la ventana del hotel imagino a Van Gogh alucinando su obra maestra a través del cristal del sanatorio de Saint-Remy, ignorando que su obra al otro lado del Atlántico sería observada por millones de personas.
En mi habitación del hotel pienso en los trenes y mi recorrido de mañana; cierro mis ojos y descanso plácidamente, la ciudad cuida mi sueño, ya lo dijo Frank Sinatra en su canción, “New York es la ciudad que nunca duerme”.
José Manuel García Díaz
Duabitad más que arquitectura y diseño
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