DE CIUDAD COLONIAL A IMPERIAL: RÍO DE JANEIRO EN EL SIGLO XIX

 

La ciudad de Río de Janeiro ha sido protagonista de importantes episodios en la vasta historia del imperio portugués; ubicada en la costa oriental de Brasil, con un clima tropical y cálidas playas conocidas por su actividad turística de importancia mundial, es considerada la ciudad de la samba y del carnaval más grande de Sudamérica. Desde su colonización, por parte de la corona portuguesa y por su ubicación geográfica, se constituyó en un lugar apto para las comunicaciones entre Portugal y Brasil, tomó relevancia durante el siglo XVIII, cuando se convirtió en la capital del virreinato de Brasil.

A principios del siglo XIX, Río de Janeiro cobró mayor importancia al recibir a la corte portuguesa para establecerse allí, situación única vista en las colonias americanas: la familia real de la Casa de Braganza realizó reformas importantes en la ciudad para adecuarla a su nuevo estatus de capital imperial.

Génesis de una ciudad

Los orígenes de la ciudad se remontan al siglo XVI, cuando exploradores portugueses tomaron la zona, caracterizada por su clima cálido y entorno natural paradisíaco, y se constituyó en un puerto importante para el comercio; la disputa por el control de la zona y su colonización se dio entre las fuerzas neerlandesas, francesas y portuguesas.

En el año 1555, un grupo de hugonotes franceses se apoderó de la bahía de Guanabara, estos fueron expulsados después de cruenta lucha, por las fuerzas portuguesas. En el lugar de los últimos combates, Estacio de Sá, al pie de una colina llamada por su forma Pan de Azúcar, se funda la villa de San Sebastián de Río de Janeiro, que más tarde se convertiría en una hermosa ciudad, capital del Brasil por largo tiempo (Fernández, 1991: 86).

Durante el período colonial, la actividad minera aurífera en Brasil logró imponerse a la producción de azúcar y tabaco que se realizaba desde inicios de la conquista, y se constituyó en la principal fuente de ingreso de la corona portuguesa en su colonia Brasil: “Fue como consecuencia de dicha actividad que ciudades como Río de Janeiro o São Paulo se revelaran como puertos naturales para las flotas, desarrollándose como nuevos centros de comercio con la metrópoli…” (Martínez, 2013:9).

La llegada de la corte lusa

A inicios del siglo XIX, la situación en Europa se tornaba complicada para la monarquía portuguesa y sus aliados. Napoleón Bonaparte llevaba a cabo una política hegemónica de poder y expansionismo en el continente, tras invadir España y derrocar al monarca español, su ejército se dirigía a Lisboa para repetir la fórmula; una peligrosa amenaza se hizo eco en la familia real portuguesa que con ayuda de sus aliados, los ingleses, partieron rumbo a Brasil, e hicieron escalas en sus islas del Atlántico.

(…) la Corte y el grueso del Estado portugués, acompañados de millares de funcionarios y burócratas, salieron huyendo de Lisboa en diciembre de 1807, protegidos por un escuadrón de la marina británica, ante la aproximación de las tropas napoleónicas. En los meses anteriores, el gobierno portugués había abandonado su infructífera política pendular en la guerra entre Francia e Inglaterra, y se había inclinado, cada vez más claramente, hacia Londres (Palacios, 2009: 314).

Un hecho inédito había sucedió en la historia de América colonial, fue la primera vez que un monarca europeo pisó tierras americanas y trasladó su capital junto a todas las instituciones de gobierno con su gran burocracia, por lo que la ciudad se fue haciendo más importante en el contexto portugués y colonial americano.

Así, a principios de 1808, Joao VI se convierte en el primer jefe de familia real en pisar el continente americano y llega a Río de Janeiro, una pequeña ciudad puerto frente al Atlántico sur, acompañado de 15000 miembros de la nobleza portuguesa que pasan a engrosar la cúspide de una población de 60000 habitantes, de los cuales 40000 eran esclavos (Mendible, 2011: 115).

       Vista de la plaza XV de noviembre y horizonte de Río de Janeiro hacia 1818. Jean Baptiste Debret

       Vista de la plaza XV de noviembre y horizonte de Río de Janeiro hacia 1818. Jean Baptiste Debret

Al momento del desembarco de la corte lusa (se refiere únicamente a una persona nativa o perteneciente a Portugal) en Río de Janeiro, la ciudad no ofrecía las comodidades con que contaba Lisboa en el Viejo Mundo, por lo cual urgía readecuarla para los requerimientos imperiales. En ese sentido, se experimentó una gran actividad en cuanto a construcciones y urbanizaciones, el objetivo fue darle importancia económica, cultural y militar.

Significó también una importante transformación de la ciudad de Río de Janeiro, que en el tiempo de la estancia de la Corte vio cómo se construían barrios suntuosos, Glória, Flamengo o Botafogo, se abrían o se ampliaban calles y jardines; además de la fundación del Museo Nacional, el Observatorio Astronómico, la Biblioteca Real, el Teatro y el Jardín Botánico; también se establecieron instituciones de enseñanza superior y la Imprenta Regia, que comenzó la publicación de la Gazeta do Río de Janeiro. De esta forma, la ciudad sucia y provinciana de 1808 pasaba a convertirse en una residencia digna de ser la capital de un imperio (Sánchez, 2006: 36).

La instauración de las diversas instituciones gubernamentales en Río de Janeiro ayudó al desarrollo de la ciudad, su vida cultural pudo ponerse a la par de las capitales europeas de la época; es importante señalar el papel de la Prensa Real, que impulsó la comunicación entre lo que sucedía en el panorama internacional y en Brasil: “desde septiembre de 1808 circulaba, por primera vez en la historia, un periódico por completo editado en Brasil. La Gazeta do Rio de Janeiro seguía un modelo típico de las gacetas europeas (…)” (Pimenta, 2017: 51).

 
Bahía de Guanabara vista desde la isla Cobras, en 1828. Félix Emile Taunay

Bahía de Guanabara vista desde la isla Cobras, en 1828. Félix Emile Taunay

 
 
 

Resulta interesante saber que, ante los ojos de la Corte Portuguesa, la ciudad de Río de Janeiro se jactaba de ser exótica con un clima tórrido, un atractivo imán de paisajes, climas y culturas desconocido hasta ese entonces para la sociedad europea que con el pasar del tiempo lograría que la monarquía portuguesa se resistiera a retornar a Lisboa tras la recuperación de la soberanía con la liberación de esta y demás ciudades de Portugal.

El gusto de la Corte Portuguesa por Río de Janeiro y por la naturaleza exuberante que rodeaba a la nueva sede del imperio (…) es uno de los motivos más celebrados de la historia de Brasil. Ha sido varias veces tema de los enredos de las escuelas de samba cariocas. Y no era solo el disfrute de la tranquilidad, lejos de los conflictos europeos, apenas interrumpida por escaramuzas armadas en la región del Plata, sino que casi todos los cortesanos y altos funcionarios que componían el gobierno imperial se habían hecho de propiedades y negocios en Brasil, y no se sentían muy inclinados a dejarlos y retornar al deprimido territorio peninsular. (Palacios, 2009: 316).

Durante este período se pudo observar un movimiento de gran magnitud en cuanto a inmigración, lo que provocó cambios en la sociedad carioca (naturales de Río de Janeiro), la llegada de extranjeros de manera masiva a la ciudad, alentados por la propaganda de la Prensa Real que le hacía publicidad y divulgaba sus atractivos, un panorama lejos de las guerras europeas que estaban en curso en la Península Ibérica.

(…) entre los años 1808 y 1822, entraron oficialmente cuatro mil setecientos noventa y nueve extranjeros. Entre españoles, ingleses, franceses, estadounidenses, germánicos, italianos, suizos, holandeses, austriacos, irlandeses y una vasta gama de procedencias de todo el mundo, se observa un número bastante expresivo de hispanoamericanos (…) (Pimenta, 2017: 50).

Con una importante cantidad de extranjeros en la ciudad y tomando referentes arquitectónicos de capitales europeas, el monarca portugués emprendió una campaña de embellecimiento y mejoramiento de la ciudad de Río de Janeiro: “La iniciativa de Don João VI de invitar, en 1816, a un grupo de artistas y arquitectos franceses identificados con el estilo neoclásico, para desarrollar las artes y definir una nueva imagen monumental de la ciudad, no tuvo continuidad con sus sucesores…” (Segre, 2008: 27).

La presencia de la Misión Artística Francesa, un grupo de artistas e intelectuales franceses partidarios del Neoclasicismo que se transfirió a Río de Janeiro en 1816, propuso la renovación de la práctica y de la enseñanza artística nacional, incluyendo la arquitectura. Fijó, definitivamente, el Neoclasicismo como la estética más predominante, y contó con el patrocinio real.

 
Mapa de la ciudad de Río de Janeiro en 1820. Jacques Arago (Arquivo Nacional)

Mapa de la ciudad de Río de Janeiro en 1820. Jacques Arago (Arquivo Nacional)

 

El arquitecto de la Misión, Grandjean de Montigny, introdujo nuevos parámetros en la noción del espacio urbano, en la organización de las plantas, en la creación de aperturas de ventilación y en los requisitos de higiene, que encontraron la resistencia de los arquitectos y maestros de obra nativos, acostumbrados a la plantilla barroco de la edificación colonial. (Mizoguchi, 2006: 103-104).

El nuevo estatus político de la ciudad de Río de Janeiro hizo necesaria la creación de un sistema urbano basado en su desarrollo, de carácter monumental con toda su imponencia y exuberancia propias, se debía readecuar la traza urbana que había nacido de manera espontánea conforme crecía la ciudad; la regulación basada en la funcionalidad de una ciudad administrativa y cabeza de imperio era la idea a seguir.

La ciudad, a principios del siglo XIX, contaba con aproximadamente sesenta mil habitantes. Con la inmigración, que se estima llegó a diez mil personas, la ciudad tuvo un significativo aumento poblacional, así mismo mayor mano de obra para la construcción de la capital imperial. El establecimiento de la familia real portuguesa hizo que la ciudad fuera creciendo de acuerdo a las necesidades de la Corte, por lo que se mejoró el trayecto que iba desde el Palacio Imperial, en la Plaza 15 de Noviembre, hasta el Palacio de San Cristóbal, ubicado en la Quinta de Buena Vista.

Palacio Imperial

En 1808, tras el traslado de la capital lusa a Río de Janeiro, se habilitó la casa de los gobernadores y virreyes que llegó a denominarse Palacio Real, fue utilizada como casa de despachos; el edificio pasó por diversas reformas, se añadieron la sala del trono y una planta superior para lucir su grandiosidad con cara a la Plaza 15 de Noviembre, que fue la principal de la ciudad, cercana al puerto.

Vista actual del Palacio Imperial de Río de Janeiro. Jordi Martinez

Vista actual del Palacio Imperial de Río de Janeiro. Jordi Martinez

La sala del trono fue el lugar más solemne del palacio y estaba a la altura de sus pares en las cortes europeas, con mucho boato; también se redecoró todo el palacio y se construyeron pasadizos entre los edificios cercanos, como el Convento del Carmen. De cara a la Plaza 15 de Noviembre, fue construida una baranda para la exposición del monarca ante la población durante las coronaciones de Pedro I y II.

Pedro II nació en el Palacio Real de Río de Janeiro en 1825, y durante su reinado se dedicó a impulsar el progreso del Brasil, así convirtió a su país en “su gran pasión”, como lo escribe en varias oportunidades en su largo diario personal. Su educación de infante fue encarada como una tarea de Estado, y, posteriormente, como adulto, creó acendrados hábitos intelectuales que lo mostraban como un “rey filósofo” (Mendible, 2011: 119).

Desde el Palacio Real, que, posteriormente, se llamaría Palacio Imperial, tras la creación del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve en 1815, allí se concentraba el poder político, se dirigía todo el imperio. Por su ubicación cercana a la costa contaba con gran resguardo militar, fue un ícono de poder y sufrió diversas adaptaciones de estilo en su fachada.

Palacio de San Cristóbal

El Palacio de San Cristóbal fue la residencia oficial de la familia real de Portugal, se trata de un edificio de estilo neoclásico ubicado en el parque de Boa Vista, en Río de Janeiro, inicialmente perteneció a Elías Antonio Lopes, un rico comerciante portugués, traficante de esclavos, que en 1803 construyó una mansión en una colina, dada la escasez de espacio residencial en Río de Janeiro para dar cabida a todos los miembros de la familia real portuguesa.

 
Palacio de San Cristóbal hacia 1862. Augusto Stahl

Palacio de San Cristóbal hacia 1862. Augusto Stahl

 

Elías decidió donar su propiedad al príncipe regente don Juan de Braganza, para servir como residencia real. Sin embargo, el área estaba rodeada de lagunas y la comunicación terrestre con la ciudad era difícil. El drenaje y saneamiento de los humedales dio lugar a la apertura de caminos transitables. Para acomodar mejor a la gran familia, don Juan decidió reformar por completo la casa, transformándola en un palacio real. La reforma, dirigida por el arquitecto inglés John Johnston, fue terminada en 1821.

Fue construido entre 1819 y 1821 por Pierre Joseph Pézerat: “El Palacio de São Cristóvão, construcción que sirvió de residencia oficial para la corona portuguesa tras su traslado a Brasil. Lo que comenzó como una casa relativamente modesta fue sucesivamente ampliada hasta convertirse en el palacio en el que vivían los emperadores D. Pedro I y D. Pedro II” (Rodrigues-Carvalho, 2012: 223).

Con la Proclamación de la República, en 1889, la familia imperial fue expulsada del país y la casa quedó abandonada temporalmente. En 1891, el edificio fue utilizado por los representantes legislativos, quienes redactaron la primera Constitución de la República. En 1892, se convirtió en la sede permanente del Museo Nacional de Brasil.

Palacio de San Cristóbal antes de su incendio en 2018. Museu Nacional (UFRJ)

Palacio de San Cristóbal antes de su incendio en 2018. Museu Nacional (UFRJ)

Los jardines del palacio fueron abandonados por casi veinte años hasta que, en 1909, el presidente Nilo Peçanha ordenó su restauración. Por otra parte, el palacio fue despojado de sus decorados originales, que fueron destruidos o vendidos después de la Proclamación de la República.

El palacio fue hogar del Museo Nacional de Brasil hasta el 2 de septiembre de 2018, cuando se vio afectado por un incendio de gran magnitud que destruyó gran parte del interior y las estructuras del mismo quedaron devastadas; actualmente existe un plan para su restauración por parte del gobierno brasileño.

Jardín Botánico de Río de Janeiro

El origen del Jardín Botánico de Río de Janeiro se remonta a 1808 por impulso de la monarquía portuguesa asentada en la ciudad; denominado inicialmente “Real Huerto” fue pensado para servir como un lugar de esparcimiento para la Corte gracias a su gran extensión y sus hermosas vistas hacia la bahía de Guanabara. El área contaba con un jardín de “aclimatación” para las plantas traídas de otros lares como las oriundas de Asia: la nuez moscada, la canela y la pimienta, que gozaron de gran popularidad en la sociedad de la época.  

Tras la independencia de Brasil, el Huerto fue abierto al público hacia el año 1822 como Real Jardín Botánico, para el disfrute de la sociedad carioca, y una de las primeras áreas que la Corona decidió urbanizar para la expansión de ciudad, lo que ayudó en su embellecimiento, por su gran extensión que la hacía visible en el conjunto citadino.

Biblioteca Real

El 29 de octubre de 1810 se funda oficialmente la primera biblioteca con el nombre de Biblioteca Real, pero no abrió sus puertas al público sino hasta cuatro años más tarde, cuando se concluyó la construcción de su primera sede en el lugar que habían ocupado las catacumbas de la Orden del Carmen. Su establecimiento se realizó por orden de la Corona Portuguesa. Debido a la importancia que la ciudad comenzaba a tener, se precisaba de una institución que custodiara y proveyera conocimiento a la Corte y a los nobles asentados en la ciudad. Para poder acondicionarla se precisó de gran cantidad de libros traídos de Portugal, la colección trajo alrededor de 60 mil obras, incluidos manuscritos, mapas, medallas y monedas, entre otras piezas.

Ruinas del templo del sol. Manuel Machuca Saavedra

Vista actual de la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro. Halleypo

El acervo fue trasladado a Río de Janeiro en tres etapas: la primera en 1810 y las subsiguientes en 1811. Primeramente, este patrimonio histórico se depositó en el Hospital de la Orden Tercera del Carmelo, el 27 de julio de 1810, situada en la antigua calle de la parte trasera del Carmelo, hoy la calle do Carmo, cerca del Palacio Imperial.

 A la biblioteca, fundada en 1810 como Real Biblioteca, se le​ cambió luego su nombre por el de Biblioteca Imperial y Pública de la Corte de Brasil, y, a partir de 1876 se le denominó Biblioteca Nacional de Brasil. En 1858 fue transferida a la Rua do Passeio número 60. Actualmente, el edificio que la recibió alberga la Escuela de Música de la Universidad Federal de Río de Janeiro.

El edificio actual de la biblioteca tuvo su piedra angular el 15 de agosto de 1905 y su inauguración se realizó el 29 de octubre de 1910; de su construcción se encargó el ingeniero militar Sousa Aguiar y cuenta con un estilo arquitectónico ecléctico con elementos neoclásicos y del Art Nouveau.

La  Biblioteca Real contribuyó al mejoramiento de la vida cultural de la ciudad de Río de Janeiro, a la vez que se establecieron distintos edificios para su sede, inicialmente en sitios ya existentes hasta llegar al actual suntuoso edificio que cobija una de las más grandes bibliotecas de toda América Latina.

Real Gabinete Portugués de Lectura

El Real Gabinete Portugués de Lectura es uno de los edificios más bellos construidos en Río de Janeiro, se trata de una institución fundada en 1837 por un grupo de cuarenta y tres inmigrantes portugueses, para promover la cultura entre la comunidad portuguesa en la entonces capital del Imperio de Brasil.

El edificio de la actual sede, diseñado por el arquitecto portugués Rafael da Silva e Castro, fue construido entre 1880 y 1887 en neomanuelino, estilo arquitectónico que evoca el exuberante estilo gótico-renacentista vigente en la época de los descubrimientos portugueses; denominado manuelino en Portugal por haber coincidido con el reinado de Manuel I de Portugal (1495-1521). Es así que el emperador Pedro II de Brasil (1831-1889) colocó la primera piedra del edificio el 10 de junio de 1880, y su hija Isabel, princesa imperial de Brasil, junto con su marido, el príncipe Gastón, conde de Eu, lo inauguraron el 10 de septiembre de 1887.

 
Fachada del Real Gabinete Portugués de Lectura. Jose Mario Pires

Fachada del Real Gabinete Portugués de Lectura. Jose Mario Pires

 

La fachada fue trabajada en Lisboa por los escultores Germano José Salle y Simões de Almeida, quienes utilizaron piedra caliza. La decoración es muy minuciosa, con ojivas, nervaduras, rosetones y finas columnatas en las ventanas. Las esculturas de la entrada representan a Pedro Alvares Cabral, al infante Don Henrique y a Vasco de Gama, como homenaje a los grandes navegantes y exploradores lusos de la época de los grandes descubrimientos, y a Luis de Camões, uno de los más importantes poetas portugueses.

El interior también sigue el estilo neomanuelino en las cubiertas, estanterías de madera para libros y memoriales. El techo de la sala de lectura tiene un candelabro y un lucernario en estructura de hierro, el primer ejemplo de este tipo de arquitectura en Brasil. La sala también cuenta con un hermoso monumento de plata, marfil y mármol (el Altar de la Patria), de 1,7 metros de altura, que celebra la época de los descubrimientos, realizado en la Casa Reis & Filhos de Oporto por el orfebre António Maria Ribeiro y adquirido en 1923 por el Gabinete Real.

Abierto al público desde 1900, el Gabinete Portugués de Lectura tiene la biblioteca más grande y valiosa de obras de autores portugueses fuera de Portugal, con una colección totalmente informatizada de alrededor de 350000 volúmenes, entre los que se cuentan obras únicas de los siglos XVI y XVII

 
Imagen satelital del área metropolitana de Río de Janeiro. NASA

Imagen satelital del área metropolitana de Río de Janeiro. NASA

 

A modo de conclusión se observa que durante el siglo XIX, a partir del año 1808, Río de Janeiro experimentó una transformación de grandes magnitudes con la llegada de la Corte Portuguesa de los Braganza y toda su burocracia, lo que hizo que la ciudad cambiara por completo su rol dentro del imperio portugués, al convertirse en capital. Así comenzó a cambiar su fisonomía luego de la construcción de grandes avenidas y edificios importantes que enriquecieron el acervo cultural de la sociedad carioca, también se crearon nuevos barrios, áreas verdes de esparcimiento y se abrió la ciudad al mundo. La liberación de restricciones comerciales atrajo un importante número de inmigrantes europeos, cuya influencia se hizo palpable: Río de Janeiro se convirtió en una sociedad cosmopolita, con un popurrí de estilos arquitectónicos como evidencia de su evolución para convertirse en la ciudad que actualmente es, con una frenética actividad comercial y a la par de las grandes capitales del mundo.



José Miguel Piérola Marás / Historiador

 

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