El histórico Camino de Cruces y la Capilla del Cárdenas o la Palangana
‘’Panamá, puente del mundo, corazón del universo’’, para los locales, ¿cuántas veces hemos leído o escuchado esta célebre frase? Una proposición que define a una pequeña franja terrestre con un rico patrimonio natural y cultural, conocida como Istmo de Panamá. Este Istmo es una formación geomorfológica que une las masas continentales de América del Sur con América del Norte. El surgimiento de esta franja terrestre produjo el gran Intercambio Biótico Americano e incidió en las modificaciones de los patrones climáticos en el mundo.
Por su emplazamiento estratégico, el Istmo jugó un papel fundamental en la colonización europea de América. Además, fue el puente natural que contribuyó al trasiego de las riquezas de Sudamérica hacia el viejo continente. Desde su génesis, siempre ha sido una zona de tránsito cuya importancia sigue vigente por ser un gran nodo comercial y multimodal del mundo.
Los caminos coloniales fueron determinantes para la conquista española en el nuevo mundo, comunicando el océano Pacífico con el mar Caribe en el área más estrecha del Istmo, zona conocida en la actualidad como la región interoceánica donde se localiza el Canal de Panamá, motor de la economía panameña. En esta región también se ubica la Ciudad de Panamá, capital del país y la ciudad poblada más antigua fundada a orillas del Pacífico americano por los europeos, específicamente por el militar y político español Pedrarias Dávila, en 1519. La ciudad, desde la época colonial, ha sido el epicentro económico y cultural del Istmo, y en ella se encontraban los caminos que comunicarían ambos océanos. Gran relevancia tenía el Camino Real de Cruces y el Camino Real, rutas coloniales independientes pero esenciales para la expansión del imperio español en América.
En este artículo nos centraremos en lo relacionado al Camino Real de Cruces, conocido simplemente como ‘Camino de Cruces’ para diferenciarlo del otro, ‘Camino Real’. La ruta terrestre comunicaba el desaparecido poblado de Venta de Cruces, emplazado a orillas del río Chagres, con la antigua o primera Ciudad de Panamá, hoy día Panamá La Vieja. El tramo fluvial a través del Chagres permitía llegar al mar Caribe, al antiguo poblado de Chagres, en la desembocadura del río homónimo y al Castillo o Fuerte de San Lorenzo.
La ruta del Camino de Cruces, construida inicialmente en 1527, no fue únicamente para comunicar el extinto poblado de Venta de Cruces con la antigua Ciudad de Panamá (Panamá La Vieja), sino que también se construyó un ramal hacia la nueva Ciudad de Panamá de ese entonces (hoy día el Casco Viejo), y la trayectoria hacia ambas zonas urbanas tenía más de 30 kilómetros. En mapas históricos suelen aparecer nombres de localidades que inician con la palabra ‘venta’, como el mismo Venta de Cruces, Venta de Pequení o Venta de Chagres, por ejemplo. Esto se debe a que eran sitios donde se realizaba la venta de mercancías.
Existen varias teorías del origen del nombre ‘cruces’. Por ejemplo, que los españoles, al fundar el poblado y puerto fluvial de Cruces, plantaron tres cruces que significaban las tres divinas personas, ‘el padre, el hijo y el espíritu santo’. Otra teoría es la forma de la retícula del empedrado del camino, que asemejaba cruces. La finalidad de este poblado era únicamente el de servir como un embarcadero, fue un sitio de tránsito que no presentó una gran población.
Tantas historias y tantas riquezas dentro de una pequeña región tapizada por un denso bosque tropical lluvioso antiquísimo y lleno de vida. Debido a ese gran valor, decidimos conocer más sobre el emplazamiento e historia del Camino de Cruces, y para ello era indispensable la sabiduría, presencia y guía de una persona que consideramos como ‘patrimonio viviente’ del país, con vasta experiencia y conocimientos en el ámbito de los caminos coloniales y supervivencia en la selva: el señor Luis Alfonso Puleio Cervera, ilustre panameño que por varias décadas se ha encargado de la loable labor de protección de la herencia natural, cultural e histórica de Panamá. Militar retirado y explorador nato, ha caminado a lo largo y ancho del territorio nacional en búsqueda de historia que pueda contribuir a enriquecer aún más la cultura de la Nación y valorar nuestra identidad.
El señor Puleio, con mucho gusto y entusiasmo, aceptó nuestra petición para recorrer el empedrado del Camino de Cruces y conocer la antigua Capilla del Cárdenas, también llamada capilla de ‘la Palangana’, ubicada dentro del Parque Nacional Camino de Cruces, área protegida nombrada así en honor a la histórica ruta colonial. La travesía con nuestro experimentado guía comienza al alba, cerca de las instalaciones del campus de la Universidad Tecnológica de Panamá (UTP) y sitio donde se construyó la antigua carretera militar C-16 por parte de los estadounidenses. Por allí cerca pasaba la ruta inicial del Camino de Cruces.
Imagen izquierda: adentrándonos en la selva para conocer los caminos coloniales; imagen superior derecha: las rutas mejor conservadas de los caminos coloniales se encuentran dentro de los casi impenetrables bosques tropicales; imagen inferior derecha: restos del empedrado colonial situado fuera de los límites del Parque Nacional Camino de Cruces, hoy día terrenos de la UTP. Iván Knight
Continuando con nuestra expedición y adentrándonos en la tupida selva, aparecen los primeros empedrados que están registrados en mapas antiguos elaborados por militares estadounidenses durante su presencia en el Istmo debido a la construcción del Canal, nos cuenta el señor Puleio. Sin embargo, con clara preocupación nos comenta que dichos caminos, a pesar de la evidencia física y palpable, y que a su vez aparecen en mapas de inicios del siglo XX, en la actualidad no gozan de un estatus de protección nacional debido a que arqueólogos locales consideran que dichos mapas ‘no tienen valor por no ser arqueológicos’. Estas rutas pétreas resguardadas entre el enmarañado y diverso bosque tropical, y que no están dentro del Parque Nacional Camino de Cruces, hoy se encuentran amenazadas por la expansión física de la Universidad Tecnológica de Panamá.
El Camino de Cruces estaba constituido por piedras del tipo canto rodado, que son las típicas piedras de río con bordes redondeados producto de la constante fricción, así lo pudimos constatar en nuestra visita al sitio. El calicanto o mezcla de cal con piedras también fue esencial para la construcción de los caminos coloniales. Este también era utilizado en aljibes, estructuras en forma de depósito o pozos que almacenaban aguas pluviales para el consumo de los habitantes. La argamasa, mortero muy utilizado en la antigüedad hecho con agua, arena y cal, era el material que fijaba las piedras.
A lo largo del recorrido nos encontramos con el río Curundú, como un arroyo que nace a escasos metros del bosque, ya no tan prístino debido al frenético desarrollo inmobiliario. Este río es un cuerpo de agua histórico para la Ciudad de Panamá, por ser una fuente de abastecimiento para la ciudad en su cuenca alta, agua que era transportada por los conocidos ‘aguateros’, y también porque el Camino de Cruces en algunas partes seguía la ruta y atravesaba el mencionado río, constituyéndose como un punto de referencia.
Nuestra caminata seguía rodeada de una atmósfera calurosa, producto de la alta humedad típica en estas latitudes, donde nos hacíamos la idea de cuán difícil pudo ser cruzar el Istmo para los europeos en aquel entonces, con estas condiciones climáticas extremas en la selva y por la abundancia de mosquitos y otros insectos. Continuando con la expedición, cruzamos por fin hacia el Parque Nacional Camino de Cruces, ya estábamos dentro del área protegida donde los caminos coloniales sí gozan de protección, y evidencia de ello es que el empedrado en esta zona se encuentra mejor conservado y es más visible. En el trayecto del camino es común encontrarse con objetos que datan de la época colonial, como botellas de vidrio, restos de tejas coloniales y piezas de porcelana como vajillas que utilizaron los transeúntes
Imagen izquierda: caminando cerca de las aguas del río Curundú; imagen derecha: restos de piezas de cerámicas encontradas en el camino. Iván Knight
Remontando el sendero y en un claro entre la vegetación, de pronto ya localizábamos la Capilla del Cárdenas o de la Palangana, estructura colonial de la que se sabe muy poco y se encuentra en abandono en la actualidad. Asumimos que, por el escaso conocimiento, la poca literatura existente sobre la edificación y su ubicación en medio de la selva, pueda ser la causa de que hasta nuestros días no haya existido interés alguno por parte de las autoridades del Estado en restaurarla y conservarla.
La estructura se encuentra en un terreno con superficie irregular y de pendiente ligera. Al observarla nos recuerda inmediatamente a las ruinas del Conjunto Monumental Histórico de Panamá Viejo, y no es para menos, puesto que es una construcción netamente colonial, hecha con calicanto. El señor Puleio nos menciona que en estas construcciones eran indispensables los ‘canteros’, personas que con herramientas apropiadas trabajaban la piedra y le daban forma de bloque; tanto los españoles como los esclavos se dedicaron a esa tarea.
De lo que queda de la antigua capilla, estructuralmente, es muy poco, sin embargo, tomamos algunas medidas de las ruinas in situ, donde la pared más alta tiene una altura aproximada de 2.70 metros, y un espesor de 40 centímetros. Un nido de avispas que tocamos accidentalmente no nos permitió seguir tomando más medidas, una muestra anecdótica de las dificultades de la selva. Afortunadamente, existen registros y documentación de la misma sobre sus dimensiones, por ejemplo, el arqueólogo panameño Luis Almanza, pionero en la publicación de investigaciones sobre la capilla, en la década de 1980 describe que es rectangular, de 4.40 m x 6.10 m, con ancho de 45 cm en sus paredes. Las medidas hoy pueden variar de las de hace unas décadas debido al cada vez mayor deterioro físico de las ruinas.
En su libro titulado ‘Caminos Coloniales de Panamá, elucubraciones de un explorador’, Luis Puleio detalla que ‘’el mapa del explorador norteamericano y piloto del Canal, Roberto Rennie, de 1948, grafica el sitio de la capilla del Cárdenas o de la Palangana. Nos dice que la capilla estaba relacionada al Camino de Cruces y el Camino Real. También que era utilizado el lugar, como escondite de asaltantes. Con base a esa información, en febrero de 1951, funcionarios norteamericanos del Panama Canal supieron de la existencia de esa capilla’’.
El autor de dicho libro, que conoce de la existencia de la capilla desde mediados del siglo XX, nos cuenta que para ese entonces las estructuras se encontraban en mejores condiciones que en la actualidad, en parte gracias a la presencia estadounidense en la zona. Los militares norteamericanos se encargaron de valorar y proteger la antigua estructura, dándole mantenimiento al área, evitaban prácticas militares cerca del sitio y se resaltaba que era un monumento histórico.
Conocidos los detalles de esta reliquia arquitectónica, vale preguntarse ¿por qué lleva el nombre de ‘Capilla del Cárdenas’ y se le conoce también como ‘de la Palangana’? Se cree que fue en honor a Francisco de Cárdenas, presidente de la Audiencia de Panamá en la época colonial. Por otra parte, en sus investigaciones, el arqueólogo Almanza aclara que también se le conoce con el nombre de ‘la Palangana’ por la existencia de una quebrada de nombre homónimo que fluye al noroeste de la capilla. Dada la proximidad de dicho cuerpo de agua, el señor Puleio nos explica que posiblemente los cazadores que merodeaban la zona selvática eran quienes la llamaban con ese nombre.
A un costado de la capilla, paralelo al empedrado del Camino de Cruces y casi de forma lineal, se encuentra una aparente muralla de piedras en buen estado de conservación, que recuerda a una fortificación típica de la arquitectura militar. La muralla crea una especie de andén. No se sabe con exactitud qué pudo significar la muralla, tal vez divisiones de fincas o alguna protección al antiguo poblado que se asentó en la zona.
La Capilla del Cárdenas evidencia que, en la antigüedad, allí existió un poblado. Por motivos culturales, un aspecto fundamental de las ciudades y del urbanismo colonial era la existencia de un edificio religioso: conventos, iglesias y capillas que funcionaban como sitios de oración y de reflexión. Es habitual observar espacios abiertos como plazas o patios a un costado de las edificaciones religiosas o sitios de congregación e interacción.
No se tiene registros del tipo de viviendas que ocuparon la zona, no obstante, según la documentación existente del poblado de Cruces, se piensa que las viviendas donde se asienta la Capilla del Cárdenas pudieron estar construidas con elementos ligeros, con cerramientos de madera y cubiertas de pencas o tejas coloniales.
Entre las tantas anécdotas que escuchamos con mucha atención, se hace evidente la preocupación y decepción del señor Puleio por el estado actual de la capilla. Considera que no se le ha hecho justicia a un verdadero patrimonio histórico de la Nación. Por ejemplo, nos dice que la nave principal se desplomó hace más de 20 años y los remanentes estructurales que siguen en pie corren el mismo peligro si las autoridades no intervienen lo antes posible.
No cabe duda de que el sitio es especial, activa nuestras percepciones sensoriales y hace que evoquemos emociones, y es que el ambiente que rodea la capilla es idílico. Da la sensación de estar en medio de una jungla inhóspita orquestada por el bullicio de las cigarras y canto de aves, donde, incluso, se pueden apreciar algunas huellas de mamíferos como venados en los senderos. Sin embargo, con frecuencia se escuchan los sobrevuelos de aeronaves que despegan del aeropuerto Marcos A. Gelabert de Albrook, y si caminamos menos de un km de regreso, ya se hace presente la contaminación acústica de la agitada urbe capitalina.
El sitio tiene un potencial ecoturístico enorme, pero, lamentablemente, ha sido infravalorado. No deja de sorprender cómo a escasos kilómetros de la cosmopolita Ciudad de Panamá se puede estar en un paraje selvático biodiverso, aislado y lleno de historias. Precisamente ese privilegio es una de las grandes riquezas que tiene la Ciudad de Panamá y el país, los bosques tropicales y su rica herencia cultural y arquitectónica que atrae anualmente a miles de visitantes de distintas partes del mundo. Todos los caminos llevan a Panamá, el puente del mundo, corazón del universo.
Como reflexión, hoy día pertenecemos a la sociedad del conocimiento y estamos en pleno apogeo de una revolución tecnológica, no obstante, me hago las siguientes preguntas: ¿qué estamos haciendo como sociedad para construir y proteger nuestra identidad? ¿Cómo las nuevas tecnologías pueden ayudarnos a conservar nuestro patrimonio cultural, histórico, arquitectónico y natural? Difundir la historia es esencial para construir nuestra identidad.
Vivimos en tiempos complejos donde se abordan temas como el de la ‘reactivación económica y turística’, tal vez el escenario ideal para, ¡al fin!, valorar este patrimonio de la nación istmeña. Confiamos en que las autoridades y la población, es decir, el Estado, velará por la protección del histórico Camino de Cruces y la Capilla del Cárdenas.
En este artículo también queremos reconocer el trabajo del destacado explorador Luis Alfonso Puleio Cervera, por su pasión e incesante lucha en la conservación de las rutas coloniales, monumentos históricos y áreas naturales protegidas de la Nación. Estamos seguros de que su arduo trabajo no será en vano, y su legado perdurará como ejemplo para las siguientes generaciones. También, agradecer su tiempo, sapiencia y guía para conocer un poco más la rica historia de Panamá.
Luis Puleio, custodio voluntario de los caminos coloniales. Francisco Rodríguez
Duabitad más que arquitectura y diseño
Las opiniones plasmadas en este artículo corresponden enteramente al autor del mismo, no representa la opinión de la empresa.